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Pensar las formas de habitar: las cosas que tenemos y que nos tienen

Dra. Alejandra Osorio Olave

Los temas que emergen de este objeto de estudio son diversos: la construcción histórica y social de la casa y sus roles de género, los modos de habitar en diversos contextos históricos, las implicaciones culturales, sociales y afectivas en relación a las cosas que nos rodean, desde su acumulación, disfrute, herencia y despojo.

 Desde la antropología, principalmente, se han estudiado las formas de organización de los hogares como procesos culturales, sociales e históricos, que han devenido en formas particulares de organización de los espacios reflejado en aspectos como el mobiliario, las formas de circulación, la iluminación, la ubicación de las habitaciones; todo esto acompañado por una serie de objetos significativos que no sólo son utilitarios sino que son textos dispuestos a ser decodificados como agentes comunicativos.

Cultura Material

La Cultura Material  ha sido descrita  por Thomas J. Schlereth como “el estudio a través de los artefactos de los sistemas de creencias: los valores, las ideas y las actitudes de una determinada comunidad o sociedad a través del tiempo.” Como campo de estudio aparece en la formalidad de la academia a finales de los años 90 a partir de la creación del Journal of Material Culture  y desde entonces no hecho más que expandir los límites de las disciplinas con las que intersecta, siendo su nicho de nacimiento la antropología y la arqueología, conectándose con la sociología, la geografía, la historia, los estudios culturales, el diseño, la psicología, las comunicaciones y la arquitectura, por nombrar algunas.

Si bien el término se encuentra relacionado con palabras como el estudio de las cosas, los artefactos o los objetos;  palabras todas que conllevan a significaciones y a niveles de especificidad particulares, se ha llegado al consenso de llamar Cultura Material al proceso que estudia no solo las cosas, es decir lo material, sino sobre todo el factor del artificio humano, es decir, la fuerte relación que existe entre los objetos y la relación que establecen con el hombre. Se trata entonces de considerar la compleja relación e interacción que toma lugar entre objetos y sus creadores, entre objetos y cultura asumiendo que hay siempre cultura detrás de lo material.

Christopher Tilley la describe como el campo de estudio que  “se centra en la idea de que la materialidad es una dimensión integral de la cultura y que hay ciertas dimensiones de la existencia social que no pueden ser entendidas sin ella.” (1)

Las cosas son significativas no sólo porque son necesarias para sostener la vida y la sociedad, para reproducir o transformar relaciones sociales y como mediaciones de diferentes intereses o valores, sino porque ellas proveen herramientas necesarias para el pensamiento. Las formas materiales son vehículos esenciales para la auto realización de las identidades de los individuos y los grupos porque proveen un modo no discursivo fundamental de comunicación. Hablamos y pensamos sobre nosotros a través de cosas: sus componentes integrales (por ejemplo los varios elementos en un diseño textil) o la articulación y asociación de diferentes cosas (por ejemplo los muebles de una casa). Los artefactos desde esta perspectiva son signos que conllevan sentidos, significando más allá de nosotros. (Tilley,7)

Perspectivas teóricas como el Marxismo, el Estructuralismo, la Semiótica, el Posestructuralismo, los Estudios Culturales y Postcoloniales, nutren los estudios de la Cultural Material. En este trabajo me interesa resaltar el significado de los objetos y sus acciones en relación a la cognición y la simbolización; así como investigar objetos culturales que no son los “tradicionales”, como los libros y los documentos históricos entendidos en sus maneras clásicas. Esto permite, como Jules comenta:  ”(trabajar con ) un tipo de evidencia histórica que podría mitigar algunos de los sesgos del data verbal que (en la experiencia estadounidense), es ampliamente el registro de un pequeño grupo principalmente blanco, principalmente de clase media alta, principalmente masculino, principalmente urbano y protestante. (Jules,12)” Sobre todo quisiera hacer hincapié en un acercamiento a la cultura material que entiende la relación a los objetos, cosas u artefactos, no desde su dicotomía y separación binaria: acá los humanos, allá los objetos, acá lo animado, allá lo inanimado, acá lo que piensa, allá lo que es pensado, sino más bien como una unidad indisociable donde somos con los objetos, pensamos con y través de los objetos, llámense cosas pero también lenguaje e inscripción.

Las cosas son significativas no solo porque  son necesarias para mantener la vida y la sociedad(…) si no porque son herramientas esenciales para pensar. Las formas materiales son vehículos esenciales para la auto realización (consciente e inconsciente) de las identidades  de individuos o de grupos porque proveen un modo de comunicación no discursivo. Hablamos y pensamos sobre nosotros mismos a través de los objetos (…) La cultura material se convierte, desde la perspectiva estructuralista, una forma de texto, algo para ser leído y decodificado, como una gramática que necesita ser rebelada.” (Tilley,8)

Hablamos de un análisis donde se  piensa a una variedad de aspectos de la cultura material; el arte, la arquitectura, la decoración, la comida, la ropa, los olores, por nombrar algunos aspectos de la materialidad, los cuales nos ayudan a entender los modos en los cuales la gente despliega su vida a través del ordenamiento de sus objetos. Tales aspectos siempre entendidos desde su construcción histórica.

El devenir de las cosas

En su ensayo, Agency, biography and objects, Janet Hoskins plantea que las cosas tienen una biografía, ya que discurren en una serie de transformaciones que pueden pasar del regalo a  la mercancía, a ser una posesión inalienable (74). Hablaremos entonces de una agencia de las cosas. La agencia ha sido entendida, según Laura Ahern, como “la capacidad socio cultural que tiene una cosa para  actuar” la agencia en este contexto, no es restrictiva a las personas.  La propuesta que las cosas pueden tener una “vida social” nos lleva al trabajo de Appadurai (1986) quien llamó la atención al modo en que los objetos  pueden moverse continuamente de significación y tener distintas identidades, pasar de ser regalo a talismán, objeto ritual etc., Su preocupación era analizar cómo el “espíritu capitalista” del cálculo, está aún presente en el regalo (con un poder coercitivo),  al analizar  los cambios de la identidad del objeto creada por las trayectorias que lo llevaban a diferentes regímenes de valor. (Hoskins, 75) Los objetos, las cosas, los artefactos se encuentran en una continua configuración y reconfiguración, contextualización y recontextualización que pasa por el intercambio material al que son sujetos, de local a global, por ejemplo,  a los niveles de sentido y significación que pueden tener a lo largo de la vida de las personas. En una postura intermedia, que aquella que localiza el punto de agencia en los objetos, se encuentran otro grupo de teóricos que piensan que se le ha dado demasiado “poder” al objeto y que han desestimado la agencia del humano. “El punto no es que las cosas son menos “animadas” de lo que creíamos, más bien que son infinitamente maleables al cambiante significado construido para ellos a través de agencia humana” (Steiner,210)Como apunta Hoskins, estamos frente a dos direcciones de interpretación, una que estudia las formas en que las cosas son mercantilizadas y por tanto pierden personalización en el proceso, y otra que mira justamente los procesos a través de las cuales las cosas  adquieren apegos y significados variables.En la primera editorial de la primera revista académica dedicada al tema de la Cultura Material,  Journal of Material Culture (1996), escribían: “los objetos tienden a ser significativos más que a simplemente comunicar significado”. Los objetos en este contexto no son simplemente receptáculos culturales que adquieren significados una vez que el investigador los devela para su lectura, sino que en su propia materialidad, su forma, su función, decoración, modo de uso, juegan un rol  al crear y al moldear  experiencias, identidades y relaciones. (Harvey, 5).

Las cosas que nos rodean se animan y cobran una vida paralela a su materialidad:  

Investimos intelectual y afectivamente los objetos, les damos sentido y cualidades sentimentales, los envolvemos en modelos de deseos o en envoltorios repugnantes, los enmarcamos en sistemas de relaciones, los incluimos en historias que podemos reconstruir y que se refieren a nosotros o a los otros: “Las cosas no son sólo cosas; llevan huellas humanas, son nuestra prolongación . Los objetos que nos acompañan desde hace tiempo son fieles, en su modalidad modesta y leal, como los animales o las plantas que nos rodean. Cada uno tiene una historia y un significado mezclado con los de las personas que los han utilizado y amado. Juntos, objetos y personas forman una especie de unidad que sólo se puede desmembrar a duras penas” (Flem, 42 ) (Bodei, 38)

Esta compleja relación dice Sigmund Freud en Duelo y melancolía, se debe a que investimos cargas de libido (cantidad de energía afectiva) de diversa intensidad en los objetos (Bodei, 38).

Mi intención será entonces analizar la compleja relación que establecemos con las cosas, a partir de mostrar el  trabajo de diversos artistas: fotógrafos, pintores, artistas de performance, documentalistas, etc., para poner en juego diversos conceptos planteados por la Cultura Material. A la par de pensar la vida de los objetos, se hará un análisis de la construcción de conceptos como el de “interior”, “domesticidad”, “hogareño”, en relación al concepto de casa, con especial énfasis en la construcción histórica de roles de género.